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Yo soy el buen pastor; conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí

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HOMILÍA
IV DOMINGO DE PASCUA
EL BUEN PASTOR

60º JORNADA MUNDIAL DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES
Ciclo A
Hch 2, 14. 36-41; 1 Pe 2, 20-25; Jn 10, 1-10.

«Yo soy el buen pastor; conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí» (Jn 10, 14).

 

In láake’ex ka t’aane’ex ich maaya, kin tsikike’ex yéetel ki’imak óolal. Bejla’e’ kiinbensik u domingo’ Ma’alob Kalan Tamanó, yéetel k’atik ti’olal mejen paalalo’ob yéetel le tankelem paalalo’ob ka tsayko’ob tu pach Jesús, u ti’al u kaxko’ob u bilalo’ob ti’ dso’okol beel, tí Yuum Kíino’ob, wa’ ku k’ub u kuxtalo’ob ti’ Yuumtsil, yéetel nib óolal, yéetel ya’abach óol, káanani’, yéetel ki’iki’ t’aan.

 

Muy queridos hermanos y hermanas, les saludo con el afecto de siempre y les deseo todo bien en el Señor en este cuarto domingo de Pascua, denominado «Domingo del Buen Pastor».

Hoy que además celebramos el «Día del Niño», quiero enviar un saludo cariñoso a todos los niños en su día. Ojalá que lo disfruten y que los adultos busquemos la infancia evangélica, a la que Jesús nos llamó. Papás, no se dejen arrebatar el papel que les corresponde de parte de Dios, como educadores de sus hijos, porque algunos tienen el proyecto de quitar la autoridad de los padres sobre los hijos, como un paso más de la ideología de género.

Hoy la primera lectura, tomada del Libro de los Hechos de los Apóstoles, nos narra la conclusión, de la primera predicación de la Iglesia, que fue la del apóstol Pedro en el día de Pentecostés. En esa ocasión, el rebaño del Buen Pastor aumentó a tres mil personas que fueron bautizadas, luego de la exhortación de Pedro, quien les dijo: «Arrepiéntanse y bautícense en el nombre de Jesucristo para el perdón de los pecados y recibirán el Espíritu santo» (Hch 2, 38).

Actualmente en el mundo el número de bautizados ha crecido, pero yo me pregunto, ¿cuántos de estos bautizados realmente tienen a Jesucristo como su Pastor, al que siguen incondicionalmente? Seguir al Buen Pastor significa, tomarlo en cuenta para nuestras decisiones ordinarias y extraordinarias, para cada pensamiento, cada palabra y cada acción.

En el salmo hemos entonado el núm. 22 (que en muchas biblias aparece como el 23), aclamando: «El Señor es mi Pastor, nada me faltará». Esta es una confesión de absoluta confianza en nuestro Buen Pastor. Pase lo que pase en nuestra persona, en nuestra familia o en el mundo, el Buen Pastor está siempre ahí para apacentarnos.

El mismo apóstol san Pedro, en su Primera Carta, nos exhorta a aceptar de buena gana los sufrimientos que nos vienen por hacer el bien, a semejanza de Cristo, quien, «maltratado, no profería amenazas, sino que encomendaba su causa al único que juzga con justicia» (1 Pe 2, 23). Dice además que nosotros éramos «como ovejas descarriadas, pero ahora hemos vuelto al pastor y guardián de sus vidas» (1 Pe 2, 25). Los pastores de la Iglesia también somos ovejas llamadas a no descarriarse del rebaño de Jesús, así como también, todas las ovejas en el rebaño de Cristo Buen Pastor, son llamadas a pastorear a quienes Dios ha puesto cerca de ustedes.

La aclamación antes del evangelio nos ofrece un versículo en el que Jesús dice una verdad sobre sí mismo, que lo define de modo maravilloso. Dice: «Yo soy el buen pastor; yo conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí» (Jn 10, 14). Quizá para algunos, la figura de la oveja no sea muy agradable, pues no quiere ser del montón, sino original e individual. Sólo que para pertenecer al rebaño de Cristo se requiere inteligencia, la más grande sabiduría, y una libertad absoluta, para ir junto a las demás ovejas, no de manera inconsciente sino de un modo fraterno.

Pertenecer al rebaño de Jesús es un honor que no ofende a nadie, sino que eleva y dignifica. Él nos conoce a cada uno de nosotros, mejor de lo que nosotros nos conocemos a nosotros mismos. Y nosotros lo conocemos como el Buen Pastor, y sabemos que nos conviene seguirlo y caminar junto a sus demás seguidores.

Hemos de luchar contra el fuerte individualismo que hay en nuestro entorno. Reconocernos como ovejas del rebaño de Cristo implica la humildad que procede de la fe en él, mismo que nos mueve a integrarnos de buena gana en la comunidad que guía, alimenta y santifica.

En el texto del evangelio de hoy, según san Juan, Jesús se compara además con la puerta del redil, y él es el pastor de las ovejas, el único que es reconocido por quien cuida la puerta y lo deja entrar. Pero también puede entrar quien venga en su nombre y quien traiga las mismas actitudes del Buen Pastor. Dice Jesús: «Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes que yo, son ladrones y bandidos; pero mis ovejas no los han escuchado» (Jn 10, 7-8).

Hoy también pueden pretender entrar ladrones y bandidos por esa puerta, pero las ovejas no los reconocerán. No han faltado algunos falsos pastores que andan por ahí tratando de aprovecharse de la gente. Tristemente, también hay algunos que, teniendo el ministerio auténtico de pastores, se han pervertido, y ya no vienen a las ovejas con las intenciones del Buen Pastor. Pero las ovejas no los reconocerán. Pidamos al Señor que haya muchos dispuestos a servir en la Iglesia en el ministerio del pastoreo, que puedan identificarse con Cristo para decir con él: «Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia» (Jn 10, 10).

Jóvenes, acepten el llamado para un matrimonio santo, para un sacerdocio santo o para una vida santa como consagrados. Todos tenemos vocación a la santidad; en cualquier estado de vida podemos encontrar este llamado para una vida que vale la pena ante el Dios que nos creó, que nos acompaña y que nos espera al final del camino.

Este lunes 1º de mayo, «Día del Trabajo», es día de asueto para la mayoría de los trabajadores. Tengamos presente que también celebramos a san José Obrero, recordando que el trabajo es camino de santificación. Dice el Papa Francisco que ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias. El gran objetivo debería ser siempre permitirles una vida digna a través del trabajo. Dice también que no existe peor pobreza que aquella que priva del trabajo y de la dignidad del trabajo.

Todavía este domingo, y unos días más, se estará exhibiendo en el cine la película llamada «Madre Teresa: No hay amor más grande». Espero que muchos pudiesen aprovecharla, pues la vida y obra de esta santa mujer es muy actual y siempre lo será, pues, a los pobres los tendremos siempre con nosotros, tal como lo dijo Jesús (cfr. Mc 14, 7). En Yucatán están presentes las madres «Misioneras de la Caridad» de santa Teresa de Calcuta, pero existen, además, muchas otras obras de caridad. Todos podemos sumarnos a una o más de estas obras, pero no como trabajadores sociales, sino como hombres y mujeres de fe, que reconocemos a Cristo en la Eucaristía y en la persona de los pobres.

Que tengan todos una feliz semana. ¡Sea alabado Jesucristo resucitado!

 

+ Gustavo Rodríguez Vega
Arzobispo de Yucatán